El puñal rasgó su carne.
Una y otra vez, incansable.
Arrancó jirones de piel y músculo, deseoso de probar el crudo sabor de la vida que robaba.
El aroma dulcemente óxido inundó su cuerpo mientras se preparaba para deleitarse con su nueva victima.
El hambre voraz lo manipulada al extremo de no disfrutar plenamente de aquel instante sublime.
Abrió sus fauces.
Cerró la mandibula con fuerza...
El primer mordisco fue el complicado, lo demás sucedió fácil, sin gloria alguna.
La bestia tenía hambre. La bestia queria comer.
Su lado humano no existía en ese momento...
(este minirelato lo escribí mientras paseaba por la exposición de Dalí que hay en mi ciudad... Magníficas obras que todos deberían conocer...
Como verán, aunque no actualizo tan a menudo como quisiera, la inspiración me persigue y escribo siempre que puedo)
Nos estamos leyendo!