El proyecto, por ende, tiene como tema "Cumpleaños" y aquí tienen para leer mi producción:
11 de Julio
–Ya no queda mucho –murmuró el sacerdote mirando al moribundo que descansaba en su lecho.
–Lo sé… –replicó el hijo de ese hombre que en mejores tiempo había estado lleno de vida y energía y ahora daba sus últimos respiros.
El religioso hizo una reverencia y se retiró sin hacer ruido.
–Hijo… –la voz del paciente apenas si lograba tener el volumen suficiente como para que el muchacho pudiera entender lo que decía.
–Padre, aquí estoy.
–Hijo… necesito…
–Padre, descansa. Guarda tus fuerzas.
–¡No! –había poder en esa negativa, el mismo que había caracterizado al enfermo cuando estaba sano y la preocupación de la vejez era algo lejano– No pienso callar. Necesito que escuches lo que tengo para decir…
El hijo suspiró, preocupado ante la inminente muerte de su padre. Debería hacerse cargo de su papel como futuro Rey una vez que su padre falleciera y eso era un peso demasiado importante sobre su espalda. Su progenitor había sido un gobernante respetado por todos y temía no alcanzar las expectativas que el pueblo tenía sobre su liderazgo.
Antes de que su padre le llamara la atención de nuevo, el Príncipe tomó una silla y se acomodó junto a la cabecera de la cama, atento a lo que el anciano Rey tenía para comunicarle.
–Te preguntarás cómo logré que los súbditos confiaran en mí y aceptaran mis propuestas… –comenzó a decir el moribundo– Sencillo, hijo, nunca me pensé superior a ellos, siempre consideré que eran mis iguales… y entablé amistad con cada habitante del reino.
El Príncipe asintió con una leve sonrisa dibujada en el rostro.
–Nunca he tenido buena memoria, salvo de aquello que me ha ocurrido –continuó el Rey–. Así, nunca fui capaz de recordar el cumpleaños de nadie, a excepción del de tu madre y el tuyo, por obvias razones. Mi cumpleaños era algo que todos festejaban, por lo cual tampoco pude olvidarlo nunca, aunque lo quisiera.
La sonrisa creció en el rostro del muchacho, mientras recordaba momentos felices junto a su padre, memorias de un tiempo muy remoto.
–Imagina lo difícil que habría sido para mí memorizar los cumpleaños de los miles y miles de súbditos que componían el Reino… –el anciano hizo una mueca de dolor, mientras intentaba acomodarse en la cama– Sin embargo, yo tenía una costumbre. Festejaba con ellos el aniversario de nuestra amistad.
–¿Tú qué?
–Ya te dije, podía recordar fácilmente todo lo que me había sucedido, por lo que, recordar la fecha en que había llegado a mi vida tal o cual amigo era sencillo. Admito que, al ser tantos los habitantes de este lugar, al fin y al cabo, terminaba festejando todos los días del año, pero nunca me quejé de ello.
El Príncipe miraba atónito a su padre, incapaz de comprender la razón de tan extraño comportamiento.
–Hijo, en la vida descubrirás que las personas recuerdan muchas cosas: fechas de cumpleaños, fallecimientos, aniversarios de todo tipo… pero en el caso de las amistades, pocos recuerdan cuándo han conocido a sus amigos o cómo lo hicieron –el Rey respiraba con dificultad, su voz era un susurro muy leve–. Cuando heredé el trono era un joven inexperto que había perdido a su padre en el campo de batalla. Sin la ayuda de los miembros de la Corte o la paciencia de los súbditos, nunca hubiese llegado a ser quién soy. Ellos me enseñaron humildad, capacidad de escucha y valoración por los más simples detalles. Su amistad lo fue todo para mí, mi crecimiento como Soberano estuvo signado por el apoyo y confianza de cada persona que habitaba el Reino.
–Comprendo… –replicó el joven.
–Las reuniones con amigos, el pasar tiempo con ellos y compartir tus gustos, pensamientos, ideas sobre algo… eso te hace crecer, hijo mío. Y yo necesito que crezcas, que te conviertas en un Rey que el pueblo quiera y respete, como sucedió conmigo. Nunca te creas superior a nadie, nunca te pienses fundamental. Ellos lo son todo, por ellos y para ellos vives… sin súbditos, no hay Reino.
–Tienes razón –el Príncipe intentaba mantener su compostura.
El Rey respiró profundamente y agregó:
–Realmente espero que puedas encontrar tan buenos amigos como los que yo tuve. Sé que serás un Soberano prudente y responsable, serás mi orgullo aunque no esté aquí para decírtelo.
El joven heredero se acercó a su padre y lo abrazó con cuidado de no causarle más dolor del que ya sentía.
–Te quiero… –murmuraron ambos a coro y sendas sonrisas se dibujaron en sus rostros.
Antes de que el muchacho dijese nada más, el Rey dio un último respiro y la vida lo abandonó de manera pacífica.
Cuando la primera lágrima comenzó a descender por el rostro del nuevo Soberano, una mano afectuosa palmeó su espalda con cariño.
El Jefe de Guardias le sonreía tímidamente.
–Señor, estamos a sus órdenes –indicó señalando a un grupo de hombres armados que observaban todo desde la puerta de la habitación. Todos lloraban la muerte del antiguo Rey –. Siempre estaremos a su lado...
El nuevo Soberano sonrió, tragándose las lágrimas y procurando recuperar la compostura.
Ese día quedaría para siempre en la memoria del Monarca. Había perdido a su padre, pero había descubierto que tenía todo un grupo de personas que velaban por su bien.
“11 de julio”, pensó entonces el Rey sonriendo aún más, “Un día para festejar… dicen que la muerte es vida, debí perder a mi padre para ganar un batallón de amigos… o tal vez él me los obsequió como regalo de despedida…”
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Pensando en mis compañeros de letras, decidí escribir algo que fuera capaz de hacerlos sonreír más allá de todo. Algo que los hiciera pensar acerca de valor de este día...
Felicidades, mis buenos compañeros y amigos de Adictos a la Escritura. ¡Feliz 1° cumpleaños!
No puedo creer que hace ya un año desde que comenzó este magnífico grupo!!!