Matías observó a Camille con un dejo de tristeza tatuado en la mirada.
-Él es un idiota -murmuró con tono grave.
La muchacha dio un respingo, sorprendida por la furia de aquellas palabras.
-Es tu amigo. Joaquín es tu amigo, se supone que deberías defenderlo.
-Sí, es mi amigo. Lo adoro, no sabes cuánto. Pero sabe ser buen idiota en cuestiones como ésta. Ahora mismo, está siendo tan idiota como cobarde y no hay nada que puedo yo hacer para cambiar la situación.
El muchacho bajó la cabeza mientras sus brazos se apoyaban sobre el barandal del puente.
El parque, a esas horas, se encontraba a oscuras y ellos eran los únicos visitantes del lugar.
-Tú también eres mi amiga. No te haces una idea lo que cuesta mantener la balanza entre ustedes dos. A veces, cuando lo acompaño, siento que te estoy fallando. Otras veces, es a él a quien le fallo por estar apoyándote a ti. Esto es más difícil de lo que pensé.
Camille sonrió tímidamente.
-Gracias. Por estar y acompañarme... -susurró conteniendo las lágrimas.
Matías se acercó a la joven y la rodeó con sus brazos, con un gesto tan natural y dulce como sólo él sabía mostrar cuando bajaba la guardia. El pequeño cuerpo de Camille quedaba aún más diminuto frente al colosal físico de su amigo.
-Todo va a estar bien, lo prometo. No sé cómo, pero va a resultar bien... -él no preveía aún el final que tendría aquella historia, tampoco el papel que ocuparía en el desenlace.
Nos leemos pronto!
