Joaquín corrió tras Camille
nada más comprobar que era ella en verdad y no su imaginación jugándole una
mala pasada.
Hacía semanas que no la veía y
había cumplido su promesa de no molestarla llamándola o escribiéndole, incluso
había procurado cambiar la ruta que hacía a diario para ir al trabajo con tal
de no cruzársele en el camino.
Pero la extrañaba con tanta
fuerza que se sentía desfallecer lentamente. Un día moriría de simple agonía de
amor si seguía así. Por eso no dudó en ir tras ella. Si la vida se empecinaba
por unir sus caminos, no podía negarse ¿verdad?
Estaba a punto de alcanzar a
Camille cuando algo lo detuvo en seco.
Ella estaba junto a un hombre
de cabellos rubios y sonrisa compradora, alguien que la abrazaba con
familiaridad y la joven le devolvía el gesto con alegría.
El desconocido debía de tener
la misma edad que Joaquín y quería a Camille. Los gestos de su rostro, la pose
de su cuerpo, todo lo delataba. Estaba embelesado por la joven. Joaquín lo
sabía porque ya había sentido algo similar en carne propia. Todavía lo sentía,
aunque se negara a admitirlo en voz alta.
Reprimiendo un gesto de dolor y
aprovechando que Camille no había captado su presencia, Joaquín dio media
vuelta y se alejó, mezclándose entre el gentío que abarrotaba las calles a esas
horas.
Se sentía más herido que antes,
si acaso era posible. Tuvo que obligarse a recordar que él era el único responsable
de aquello.
Camille merecía a alguien que
la hiciera feliz y él, definitivamente, nunca sería esa persona. Nada en él era
bueno. Lo sabía bien. Pero igual la amaba y no era capaz de abandonar el
sentimiento.
Aunque se sintiera morir día a
día. No podía dejar de querer a Camille.
Amo a Joaquín, sabían? cuando se deja ver sensible y vulnerable, me fascina.
Nos leemos pronto!
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