Adictos a la Escritura: Escritura Sorpresa

El abrazo del bosque

Respiró despacio, observando la profundidad del bosque que la rodeaba.
No recordaba cómo había llegado a ese lugar. Sólo sabía que andar a esas horas sin compañía y sin saber qué rumbo tomar, era sinónimo de suicidio.
Contuvo el aliento, buscando algún indicio que le indicara qué rumbo tomar. El mutismo absoluto que imperaba entre los árboles le causaba calosfríos. Algo no iba bien. De ninguna manera. ¿Dónde quedaban los animales nocturnos? ¿Los pequeños roedores y los grandes carnívoros?
¿Qué podía guardar de natural un bosque cuya única expresión de vida eran los árboles que elevaban sus ramas torcidas hacia el cielo oscuro?

Dudando, giró sobre sí misma por milésima vez. Volvió a escrutar el espacio que la rodeaba y gimió. El eco raptó su voz y la reprodujo decenas de veces en distintos puntos y con diferentes tonos. Ahogó el pánico antes de que se convirtiera en grito y buscó alejarse de los árboles que se erguían cerca.
Podía sentir un aura oscura en torno a aquellos seres milenarios. Su instinto le decía que debía huir. Tantos cuerpos de raíces gruesas y anudadas, tantas manos con filosas garras en brazos deformes. Demasiada oscuridad reunida en poco espacio.
Hasta el viento parecía temer el susurrar entre sus hojas.

Intentó caminar hacia una zona que veía más iluminada. Con horror comprobó que el suelo cedía y la tierra alcanzaba a cubrirle las rodillas.
Un sonido tenue se elevó en el aire. Intentando no prestarle atención, buscó con la mirada algo con qué sostenerse y salir del pantano que parecía haber crecido bajo sus pies sin aviso.
Estiró el brazo izquierdo, con la esperanza de alcanzar la rama de un árbol cuyo tronco se contorneaba hacia donde ella se encontraba. Luego de varios intentos, logró su objetivo. Rodeó la rama con sus manos y se aferró con fuerza, tirando de ella para intentar salir del barro. Al borde de las lágrimas, comprobó que por mucho que se esmerara, no lograba sacar las piernas de la tierra.
Exhausta luego de varios minutos en aquella posición incómoda, abrió la mano y soltó la rama, rendida a la suerte que le tocaba encarar. Horrorizada, sintió que la rama cobraba vida y sostenía su brazo impidiéndole alejarse cuanto quería.

Comenzó a gritar mientras tironeaba y trataba de zafarse del agarre.
Giró el torso para empujar hacia atrás, desesperada y ya sin aliento. Algo atrapó su mano libre. No precisó levantar la mirada, la textura rugosa de aquellos finos dedos que la sostenían le era familiar desde hacía un buen rato.
Un nuevo grito nació en su garganta, con tanta fuerza, con tanto dolor, que creyó desgarrarse las cuerdas vocales en el proceso.
Una tercer mano de corteza áspera le rodeó el cuello, impidiéndole respirar.

La última lágrima rodó por su mejilla cuando una ráfaga de aire frío sacudió sus cabellos y los despeinó. Sintió la suavidad de las hojas acariciándole el cuello. La noche cubrió entonces su mirada y apagó el resto de humanidad que guardaba con un mínimo esfuerzo. 




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Nos leemos pronto!