De sol y luna,
te soñé una noche infinita. De estrellas y aurora, te anhelé como nunca. Y
quiso la vida concederme el deseo de saber lo que se siente al tenerte entre
mis brazos.
El tiempo
entonces quedó sujeto a tus miradas y suspiros. El universo debió aprender a
girar y contraerse en torno a la simple idea de tu existencia, mientras mis
días y mis noches se contabilizan según tus sonrisas.
Olvidé lo que
significa medir las estrofas de mi vida y no me importa si los versos riman o
son blancos, sólo me interesa saborear el instante de sentirte contra mi pecho
y escuchar los latidos de tu corazón como si fueran la melodía que me sustenta.
De pronto,
todo lo que sabía, todo lo que creía conocer, se hizo polvo y renací en una
nueva criatura dispuesta a cuidarte y protegerte sin atender a nada más,
pensando sólo en amarte, porque el resto del mundo ya no vale.
Y en el
camino, sin pretenderlo, perdí el don de la pluma y redescubrí el valor de las
palabras. Yo, que me sentía capaz de decirlo todo por escrito, quedé sin voz y
aprendí un nuevo idioma de silencios cargados de caricias, de arrullos y
canciones de cuna.
Llegaste un
mediodía y mi vida comenzó entonces. La historia empezó a narrarse con tu
primer respiro. Un “era una vez” de mi cuento único y maravilloso, mi historia
favorita sin lugar a dudas.
[Para mi bebote hermoso. Hijo, qué grande, qué fuerte se siente llamarte así y saber que me reconocés como mamá. Qué título me regalaste!].
Que bonito!!!! Estoy deseando sentir tus palabras en mi propia piel.
ResponderEliminarSencillamente hermoso ♥
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