Llevo noches dándole vueltas a una
idea. Porque verás: hay ocasiones, como ésta, cuando el cuerpo se sacude fuerte
y pareciera que el mundo termina, cuando el corazón llora de tal manera que
nada ni nadie puede consolarlo.
Y todo ocurre en silencio, sin
dar indicio a quienes nos rodean. Se nos viene encima la tormenta del siglo,
pero sólo nosotros la padecemos. Tal vez por eso, justamente, nadie viene
tampoco al rescate. O acaso los demás también naufragan en condiciones
similares o están intentando salvarse y no pueden reparar en nuestro ahogo.
Llevo noches, días, semanas,
meses, años… démosle el nombre que quieras al paso del tiempo, sea como sea,
pienso y repienso, vuelvo sobre mis pasos. Hay una realidad, cruel y sincera:
ya nada será como antes. Nada. Nunca más. Infinitamente, (como dice una
canción), faltas, pero estás… infinitamente habita tu recuerdo mis
pensamientos. Sólo que hay momentos, como hoy, cuando todo duele más, cuando la
piel siente como una constante descarga eléctrica el aire que nos envuelve y el
cuerpo sufre cada respiro como si fuera el último.
Y sigo pensando en “nosotros”,
porque me es imposible considerar un “yo” solitario y dolorido. Prefiero creer
en un nosotros, con tu compañía etérea, pero constante; con tu presencia
rondando en aquellos lugares que supimos compartir. Sigo nombrándote,
llamándote, aguardando oír tu risa o sentir el aroma de esas delicias que sólo
vos sabías cocinar.
Llevo varios días intentando
escribir. Llenando renglones de un archivo mental. Borrando líneas y más
líneas, porque todo lo que pienso decirte me parece poco. No puedo seguir
escapando, si estuvieras acá no me lo permitirías. Por eso tomo coraje, cierro
los ojos y me dejo llevar. Tengo una idea, una sola idea. Tan grande, tan
fuerte, que convertirla en palabras no sólo es difícil, también me asusta de
sobremanera. Me da pánico dejarla ir y tener que aceptar todo lo que venga
luego.
Siento tu mirada clavada en mi
nuca en este preciso instante en que voy tecleando las palabras una a una, con
la nostalgia despertando en mi pecho y las lágrimas queriendo escapar veloces.
Sé lo que me dirías, sé que me impulsarías a compartir lo que escribo, porque
lo hiciste decenas de veces y en ocasiones hasta con amenaza de por medio, como
para demostrarme que de verdad creías que era buena mi pluma.
Llevo dos años extrañando tus
abrazos, anhelando una última conversación, esperando leer algún mensaje tuyo.
Ya lloré, ya sentí que nada valía. Ya pensé en tus sueños y esperanzas y guardé
en mi mochila aquellos que, supe, podría cumplir. Ya he logrado alcanzar
algunas metas, por otras voy luchando y otras tantas las veo en los senderos de
amigos y familiares, que parecen querer honrar tu memoria de la misma manera.
Pero no te olvido, siempre te pienso y te quiero igual que antes. Qué dolorosas
resultan las distancias cuando no pueden anularse de ninguna forma y qué fuerte
se sienten las emociones cuando extrañamos a alguien que supo dejar huella en
nuestras almas.
Siempre presente, amore. Siempre.
Nos leemos pronto!
Que bonito escrito, cada palabra impregnada de sentimiento... Y que así sea, que cada recuerdo nos aporte algo. Algo bueno, algo malo. La vida sin experiencias no es más que el paso del tiempo, el tiempo necesita recuerdos para alimentar esa vida. Creemos nuevos recuerdos para seguir viviendo
ResponderEliminarUn placer volver a leerte
Un abrazo grande