Deslizó la
mano por la hoja en blanco. La textura le hizo cosquilla en la yema de los
dedos. Tenía los ojos cerrados, en un intento feroz de percibir alguna musa
escondida y ganarse la inspiración que tanto le hacía falta.
Respiró hondo.
Tal vez el aroma de la tinta fresca de su pluma colaborara un poco. En pleno
siglo XXI, odiaba la sola idea de escribir sus obras en la computadora.
Prefería darles vida en el papel, como lo habían hecho décadas y siglos atrás
los autores que más admiraba. Luego, si valía la pena el producto logrado,
vería de transcribirlo en su portátil.
Suspiró,
recordando que le quedaba un as bajo la manga. Encendió el equipo de música y
dejó que la melodía ocupara todo a lo largo, ancho y alto de la habitación.
Volvió a cerrar
los ojos, con la pluma jugando entre los dedos. Vio campos verdes con
misteriosos caballeros montando veloces caballos, más allá una selva
inexplorada le ofrecía mil aventuras a una joven de cabellos cobrizos, un poco
más atrás un desierto cubría kilómetros de terreno, hasta alcanzar el
horizonte. Casi al alcance de su mano, un enorme castillo se alzaba imponente y
en una de sus torres, un príncipe caminaba de un lado hacia el otro, mientras
alguien escondido bajo una larga capa subía escaleras con pasos rápidos y
furtivos. Pude ver la triste mirada de ojos verdosos de ese muchacho alto y de
pelo rubio. Quiso salvarlo. Sabía que debía socorrerlo. Supo, sonriente, que
quien corría entre pasillos iba a rescatarlo y decidió darle las herramientas
necesarias para lograr su objetivo.
Abrió los ojos
con la respirar entrecortada. La historia estaba allí, delante suyo, esperando
que la convirtiera en palabras escritas. Se mordió el labio inferior, el temor
de no lograr darle la magia que merecía le recorría la espalda causándole
calosfríos. La mirada verde atrajo su atención, había dolor allí, sufrimiento y
anhelo de libertad. Merecía intentarlo. Merecía gastar papel, tinta y horas de
su vida con la sola intención de contar sobre su encierro y lograr su escape.
Tomó la pluma
y la sumergió en la tinta. El papel comenzó a llenarse de líneas y curvas rápidas,
pero elegantes. Sabía que si perdía el hilo de la historia, le bastaría cerrar
los ojos para volver a encontrarse con él, con ese protagonista que necesitaba
nombre y futuro.
Respiró
profundo y siguió escribiendo con tanta pasión como sólo una aventura nueva
podía permitirle hacerlo.
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Vuelvo al ruedo luego de meses... prometo publicar de manera regular de ahora en más.
Nos leemos pronto!
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