Elevó la mirada
al cielo al tiempo que desfragmentaba la guadaña y la reincorporaba una vez más
en su esencia.
Suspiró
contemplando el campo de batalla. El silencio imperaba con sutil maestría.
Llevaba milenios
ocultándose, centurias luchando a la sombra del conocimiento humano. El tiempo
comenzaba a pesarle sobre los hombros.
Era tan solo una
leyenda recordada por unos pocos. Podía desaparecer y nadie, salvo sus
compañeros, lo sabría.
En el delicado
equilibrio que sostenía su existencia, aniquilar a todos sus enemigos
significaba enfrentar su propio fin, algo que le resultaba inconcebible. ¿Qué
sería de él? ¿Qué les deparaba a los Guardianes una vez que abandonaban el
plano terrestre?
“Estás
preocupándote demasiado”, la voz de Reuen golpeaba suavemente en sus
pensamientos.
—Reuen, no me
vengas con regaños —comentó en voz alta, sabiendo que su amigo lo escucharía
sin problemas.
“Toda vida es un
ciclo. Me lo has dicho cientos de veces, pero parece que no te has aprendido tu
propia lección”, no había enojo en aquellas palabras, sólo frustración.
—No entiendes…
¿qué será de nosotros el día que ya no tengamos Demons para exterminar? ¿Y si
Nepen no regresa para ese entonces?
“Primero, si nos
quedamos sin Oscuros que cazar, encontraremos otra tarea para cumplir. Segundo,
Nepen te encontrará donde sea que te encuentres”.
Reuen parecía más adulto de
lo que en verdad era. Sólo él lograba que Liam demostrara sus emociones.
—Me preocupa
morir. Me aterra no saber qué viene después —Liam hablaba con el rostro escondido
entre las manos. Estaba sentado contra una pared de su casa, acurrucado con las
rodillas contra su pecho.
“Vivir es el
nombre que le dieron a la existencia en este planeta. Morir es abandonar este
lugar y encontrar otro sitio donde continuar nuestra existencia”, el muchacho
suspiró y guardó silencio un momento antes de continuar. “Tal y como antes de
llegar a este lugar teníamos una existencia mucho más antigua”.
—Lo sé. Pero…
nadie me asegura que Nepen y yo nos reencontraremos en el mismo plano una vez que
terminemos nuestro trabajo aquí.
Reuen sonrío al
sentir el miedo de Liam estremecer su propia piel y sacurdirle el corazón con
fuerza.
“Procura dejar
un rastro… has que tu vida sea recordada por tus logros. Los errores que hayas
cometido quedarán a un lado, siempre sucede. Nepen sabrá encontrarte al igual
que yo, siguiendo el sendero que nos hayas marcado”.
—¿Lo prometes?
¿Prometes que olvidarás mis miedos y equivocaciones e irás a mi encuentro? ¿Qué
no me dejarás solo y a la deriva?
“Lo juro. Cuando
te vayas, haré hasta lo imposible por aferrarme a tus recuerdos y buscarte en
la siguiente vida. Ayudaré a Nepen y te encontraremos juntos. Volveremos a ser
esta extraña familia que supimos formar”. Reuen deslizó su mano por el aire,
trazando una caricia que llegó hasta su tutor sin problema alguno.
Liam levantó el
rostro empapado en llanto y sonrió. Se sentía débil a veces, débil y solo, sin
nada a qué aferrarse. Reuen los rescataba entonces, como en ese preciso
momento.
—Vale. Entonces
iré a darme una ducha y tomarte la guardia. Los Oscuros no se cazarán por sí
mismos y hay mucho por hacer. No pienso irme todavía. No sin dar todo de mí y eso
lo sabés, ¿verdad?
Reuen esbozó una
sonrisa y asintió mirando el cielo. Liam tenía una manera muy particular de guardar
las emociones bajo siete candados con tanta facilidad que podía parecer que la
charla previa había sido apenas un sueño. Pero no pensaba olvidarla en
absoluto. Algún día, aquellas palabras serían el impulso para salir a buscarlo…
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Este relato nació luego de enterarme de la partida de Chester. Linkin Park me ha acompañado en mis noches de escritura, ha sido el impulso para mi pluma miles de veces y le dio vida a El Ocaso de los Guardianes, porque casi todas sus canciones conformaban mi lista de reproducción mientras lo escribía.
Sé que mi amiga Chucho también sufre esta pérdida, así que el relato va dedicado a ella. No es mucho, pero es mi manera de abrazarla en la distancia.
Nos leemos pronto.
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