Este relato lo escribí para el concurso de los maravillosos Infectados
Cuando ya nada te queda...
Cuando ya nada te queda, cuando la vida todo te ha robado, llegas a este punto al que llegué yo.
Él siempre me salvaba, siempre estaba para librarme del dolor de caer. Sus manos me atrapaban siempre y no había mejor refugio que sus brazos.
Pero lo perdí... el día de nuestra boda, un paro cardio-respiratorio arrancó de mis manos toda la felicidad.
En estos tiempos que la tecnología se mueve veloz como la luz, un extraño hombre se acercó a mí durante el funeral.
Todos me miraban aquel día. No podía controlar el llanto, mi cuerpo se convulsionaba bajo olas de dolor y sufrimiento atroces.
Cuando el hombre, que dijo llamarse Mike, dijo:
-Yo puedo devolverte a tu amado.
No dudé ni un momento. Acepté con los ojos cerrados, desesperada por tener a Elián de nuevo conmigo.
Logré llevarme el cuerpo del cementerio. Es fácil hacer ese tipo de cosas cuando tienes varias cuentas millonarias. La gente hace muchas cosas por dinero. Si, es verdad, fue sencillo recuperar el cuerpo de Elián.
Llegué a un edificio en las afueras de la ciudad. Un lugar donde nunca había estado.
Varios empleados se hicieron cargo del cuerpo, mientras Mika me guiaba por blancos pasillos explicando el procedimiento.
De pronto, me vi en una amplia habitación, el cuerpo de Elián descansaba sobre una camilla. Sus pies y manos estaban sujetos por fuertes amarres.
Mike miró mi duda ante ese detalle y dijo:
-Es por precaución, nada más...
Inmediatamente, conectó varios electrodos en el pecho y cabeza de mi difunto novio. Tomó una enorme jeringa llena de un raro líquido azul y lentamente la inyectó en el brazo derecho de Elián.
Pude sentirlo. Pude sentir cómo ese cuerpo carente de vida comenzaba a cambiar presa del reactivo que le habían inyectado.
Me estremecí al ver que comenzaba a respirar. ¡Mi Elián volvía a respirar!
Pero cuando abrió los ojos, cuando posó su mirada en mí, descubrí con horror que todo había sido un error. Que había hecho la cosa más estúpida del mundo.
Mike se me acercó y susurró:
-Piensa que siempre estará contigo...
Conmigo. Siempre estaría conmigo. Ese ser de ojos blancos, babeante e incapaz de hablar coherentemente. No era Elián. No, no lo era.
Mientras veía cómo se debatía aquel horrible zombie para zafarse de los amarres que lo aferraban a la camilla, la racionalidad me abandonó.
No sé cómo, no sé en qué momento... sólo sé que conseguí arrebatarle un arma al guardia que estaba junto a mí y disparé varias veces.
El guardia, Mike y la enfermera que estaba ayudando cayeron víctimas de mi ataque.
Miré entonces al zombie... No era Elián, no lo era...
Sin dudarlo, disparé. Una, dos, tres veces...
Podría jurar que en su último respiro, él me reconoció. En ese último momento, fue Elián, mi Elián.
Yo le devolví la vida y yo misma se la arranqué minutos más tarde.
Cuando estás sola. Cuando nada más queda... llegas a este punto al que llegué yo...
Él siempre me salvaba, siempre estaba para librarme del dolor de caer. Sus manos me atrapaban siempre y no había mejor refugio que sus brazos.
Pero lo perdí... el día de nuestra boda, un paro cardio-respiratorio arrancó de mis manos toda la felicidad.
En estos tiempos que la tecnología se mueve veloz como la luz, un extraño hombre se acercó a mí durante el funeral.
Todos me miraban aquel día. No podía controlar el llanto, mi cuerpo se convulsionaba bajo olas de dolor y sufrimiento atroces.
Cuando el hombre, que dijo llamarse Mike, dijo:
-Yo puedo devolverte a tu amado.
No dudé ni un momento. Acepté con los ojos cerrados, desesperada por tener a Elián de nuevo conmigo.
Logré llevarme el cuerpo del cementerio. Es fácil hacer ese tipo de cosas cuando tienes varias cuentas millonarias. La gente hace muchas cosas por dinero. Si, es verdad, fue sencillo recuperar el cuerpo de Elián.
Llegué a un edificio en las afueras de la ciudad. Un lugar donde nunca había estado.
Varios empleados se hicieron cargo del cuerpo, mientras Mika me guiaba por blancos pasillos explicando el procedimiento.
De pronto, me vi en una amplia habitación, el cuerpo de Elián descansaba sobre una camilla. Sus pies y manos estaban sujetos por fuertes amarres.
Mike miró mi duda ante ese detalle y dijo:
-Es por precaución, nada más...
Inmediatamente, conectó varios electrodos en el pecho y cabeza de mi difunto novio. Tomó una enorme jeringa llena de un raro líquido azul y lentamente la inyectó en el brazo derecho de Elián.
Pude sentirlo. Pude sentir cómo ese cuerpo carente de vida comenzaba a cambiar presa del reactivo que le habían inyectado.
Me estremecí al ver que comenzaba a respirar. ¡Mi Elián volvía a respirar!
Pero cuando abrió los ojos, cuando posó su mirada en mí, descubrí con horror que todo había sido un error. Que había hecho la cosa más estúpida del mundo.
Mike se me acercó y susurró:
-Piensa que siempre estará contigo...
Conmigo. Siempre estaría conmigo. Ese ser de ojos blancos, babeante e incapaz de hablar coherentemente. No era Elián. No, no lo era.
Mientras veía cómo se debatía aquel horrible zombie para zafarse de los amarres que lo aferraban a la camilla, la racionalidad me abandonó.
No sé cómo, no sé en qué momento... sólo sé que conseguí arrebatarle un arma al guardia que estaba junto a mí y disparé varias veces.
El guardia, Mike y la enfermera que estaba ayudando cayeron víctimas de mi ataque.
Miré entonces al zombie... No era Elián, no lo era...
Sin dudarlo, disparé. Una, dos, tres veces...
Podría jurar que en su último respiro, él me reconoció. En ese último momento, fue Elián, mi Elián.
Yo le devolví la vida y yo misma se la arranqué minutos más tarde.
Cuando estás sola. Cuando nada más queda... llegas a este punto al que llegué yo...
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Los blogs viven de los comentarios...
Gracias por ayudar a que el mío crezca!!!