Hola!!!!
En el blog Hojas en blanco se ha llevado a cabo un concurso, titulado "Luna Llena".
Estoy participando con un OS en el cual la temática eran los hombres lobo...
Aquí les dejo mi relato. Espero les guste ;)
En sueños...
Hacía ya mucho tiempo que no tenía sueños claros.
Ni siquiera podía recordar cuándo mis visiones oníricas dejaron de ser tranquilas y simples y se convirtieron en algo tan vívido y sentido que me estremecía al despertar y recordar lo soñado.
Podía, sí, marcar un sutil camino. Cada noche, la historia en que me veía envuelto evolucionaba. Así, si despertaba a mitad de algo importante, a la noche siguiente el sueño continuaba allí donde había quedado trunco.
Siempre comenzaba igual, incluso en mi propia inconsciencia, sabía ya cómo iniciaba todo...
Me descubría corriendo en plena noche. El bosque, con sus olores y aromas, luces y sombras, chillidos y gruñidos propios de la hora del reinado de la luna.
La luna, siempre tan perfecta, tan blanca, tan redonda. Una diosa lejana y misteriosa a quién más de un dramaturgo le ha elevado canto. ¡Como para que los animales no la adoren!
En medio de mi carrera entre los árboles, me detenía siempre a observar a la dama blanca de los cielos. Sumido en mi éxtasis, luego de algunos minutos de muda adoración, respiraba profundo y me disponía a cantarle. Con el primer sonido que salía de mi boca, la realidad me golpeaba de lleno.
Mi melodía nada tenía de humana. Un aullido, un fuerte, desgarrador y terrible aullido surgía de mi pecho.
Ante la sorpresa al escuchar ese canto mío, desviaba los ojos a mi cuerpo.
Entonces descubría que ya no tenía manos, sino garras con afiladas uñas, mis pies eran ahora dos suertes y musculosas patas y mi cuerpo estaba cubierto de pelaje castaño.
La tierra en mis garras me demostraba que había estado corriendo a cuatro patas, como un animal.
Entonces unía cabos. El pelaje, las garras, el aullido, la luna. La cuenta era sencilla, en un minuto de extraña lucidez, llegaba a la conclusión de que era un lobo o algo semejante. Ahí comenzaba la locura...
Desesperado, sin entender qué, cómo, cuándo o dónde había sucedido el cambio, echaba a correr. Veloz, más de lo nunca había sido.
Llegaba a una laguna de aguas cristalinas. Con mis sentidos agudizados al máximo, miraba mi reflejo en el agua, analizaba cada detalle. Corroboraba rápidamente mi teoría. Los afilados colmillos, las orejas el punta... Incluso mis ojos que parecían ir perdiendo la luz humana. Mucho no me había equivocado con mis suposiciones... En verdad era un hombre lobo. ¡Un hombre lobo!
Ahí es donde el sueño iba mutando cada noche. Al principio, sólo me limitaba a caer hecho un ovillo en el suelo, llorando roncamente por esta suerte en que me veía envuelto.
Aún cuando sabía que siempre llegaba a ese desesperante punto de reflexión, nunca sabía qué venía después, ni me animaba a pensar que todo era sueño. Para mi era real, muy real, más real de lo que nunca hubiese creído.
Algunas veces la furia me ganaba, me empujaba a querer destruir todo a mi paso. El bosque en el que vagaba se convertía en mi zona de descarga, allí arrancaba, destrozaba y mutilaba tantos árboles como me era posible.
Otras veces, sentía añoranza por mi familia. Anhelaba tener algún tipo de contacto con ellos. Envuelto en las sombras de la noche, corría por las calles vacías de mi ciudad y llegaba a las afueras de mi casa. Trepaba por los postes de luz, de manera que podía observar al primer piso de mi casa, donde mis padres tenían su habitación con un enorme ventanal que daba a la calle. Los miraba durante horas, evitando todo ruido que pudiera despertarlos.
Nunca quise ver mi cuarto. Temía saber qué había sucedido con todas mis cosas. No recordaba cuándo había perdido mi humanidad y no quería averiguar si acaso mis padres ya me habían olvidado.
Había noches en que, incluso, dudaba de mi pasado como hombre.
Luego, al despertar, me reía de mí mismo. ¡Tonto de mí, preocuparme por un sueño!
Mas en cuanto la noche caía y las fuerzas oníricas me hacían sucumbir, el terror regresaba. Había llegado al punto en que tenía miedo a dormir. Probé mil y un métodos para escapar de las pesadillas que noche a noche crecían, pero todo fue en vano. Ni siquiera descansaba, al romper la mañana y abrir los ojos, me sentía más agotado que el día anterior.
Y los últimos sueños resultaban ser demasiado lúcidos. Sentía que un hambre voraz me incitaba a salir de caza. El terror venía de un simple hecho: algo, dentro de mí, disfrutaba del rastreo, de la pelea, de la muerte y del sabor de esa carne fresca al ser desgarrada y disfrutada aún caliente. Y es que quedaba mucho de humano en mí, pero ver esas actitudes tan bestiales, me confundía y atemorizaba, me asqueaba de mí mismo. El hambre empujaba y el instinto mandaba entonces, nada podía hacer para resistirme.
Por todo esto, anoche me sumí en sueños prometiéndome a mí mismo que no tendría miedo, que las preocupaciones no me atraparían y que sería fuerte, tan fuerte como pudiera serlo. Procuré convencerme de que sólo eran sueños y, por eso mismo, al despertar ya nada me causaría daño. Era cuestión de tolerar la noche inmerso en esas escenas que nada me agradaban.
El sueño inició como siempre. Descubrí que no era humano, corrí hasta la laguna, corroboré mi cuerpo animal, lloré... y el hambre regresó.
Esta vez, aún cuando recorrí todo el bosque, no fui capaz de encontrar un rastro que me tentara, algún animal que me invitara a ser seguido y cazado a fin de saciar mi hambre.
La idea de ir hasta la ciudad rondó mis pensamientos durante varios minutos. No me interesaba en absoluto dar caza a perros o gatos, pero recordé entonces que había un criadero de gallinas. Bien podía alimentarme de varias de esas regordetas aves.
Una vez más, al resguardo de la oscuridad, con la luna vigilándolo todo desde las alturas inalcanzables, me lancé a la carrera hacia el lugar que bien conocía. Había trabajado allí con varios compañeros de clase, en un proyecto del instituto.
El criadero era un lugar sencillo: varias galerías enjauladas donde las gallinas vivían a gusto hasta que les llegaba su hora más una pequeña casita donde vivían el cuidador.
Valiéndome de las almohadillas de mis patas, pude caminar por el lugar sin hacer ruido. Ya cuando estaba a punto de abrir una de las puertas de rejas, un sonido llegó hasta mí, débil, pero claro.
Me detuve en seco y observé, tratando de encontrar la causa de ese sonido. Mi hambre ya resultaba atroz y mis pensamientos se dirigían una y otra vez hacia las jaulas donde mi cena me esperaba lista para ser degustada.
Estaba a punto de regresar a mi tarea de abrir las rejas cuando ella apareció.
¡Diablos! Había olvidado que el cuidador tenía una hija. Una joven de mi edad, llamada Cynthia.
Ella me miraba en silencio. Su rostro todo lo decía, me tenía miedo, pánico en verdad. Entre sus manos, la escopeta temblaba.
Gruñí levemente, intentando atemorizarla aún más. Tal vez así saldría corriendo y me dejaría tranquilo para poder hacer lo que más deseaba, alimentarme de una buena vez. Pero ella no se inmutó, tomó aire, apretó la escopeta y fijó su blanco. Me estaba apuntando directo al pecho y si no hacía algo, terminaría muriendo.
No lo pensé dos veces, veloz como un rayo, salté sobre ella. Forcejeamos. Ella, en un vano intento por dispararme. Yo, intentando quitarle el arma y escapar de allí con vida.
El hambre seguía latente, cada vez más insoportable, intolerable. A cada latido de mi corazón, mas necesidad de alimentarme sentía.
Cuando logré hacerme con el arma, ella sacó de entre sus ropas un pequeño puñal. Comprendí mi error de darle la espalda ya tarde, cuando sentí el dolor punzante entre mis costillas. Aullé, furioso y me abalancé ciego de enojo y hambre. Mis dientes fueron directo a su cuello. Mis fuertes maxilares arrancaron de un apretón su vida sin que ella pudiera hacer nada al respecto. Más su aroma no me apetecía, tal vez porque ella era lo que yo una vez había sido y ser caníbal no estaba en mis planes.
Con todo el ajetreo, las gallinas estaban despiertas y cacareando. Las observé durante unos instantes, con la respiración entrecortada y decidí que, dadas las circunstancias y siendo que nadie más había venido a enfrentarme, no sería problema alguno si me alimentaba de una buena vez.
Comí hasta saciarme y caer en sueños.
Esta mañana desperté con el sol brillante propio de la primavera. Luego de una noche de sueño tan cruenta, estiré mis brazos y piernas y bostecé varias veces. Descubrí entonces que mi cuerpo estaba cubierto de plumas...
Poco a poco, el temor me inundó. ¿Qué había de sueño y qué de realidad en todo esto?
Me puse de pie a duras penas. Estaba desnudo y un profundo y doloroso tajo había sanado hacía pocas horas entre mis costillas derechas. Viendo que todo esto era real, el pánico aumentó. Me obligué a mí mismo a caminar hasta el pasillo y comprobar el resto. Para mi pesar, con el cuello partido, en el suelo descansaba sin vida el cuerpo de Cynthia. Caí de rodillas junto a ella. El llanto nació, esta vez, complemente humano. La realidad me abrumaba, quería perderme una vez más en sueños, pero no era posible. No, ya no...
-Fin-
AVISO: El cap nuevo de "Nueva ciudad, Nuevos vecinos" llegará mañana viernes, si todo sale bien, sino el domingo... nos estamos leyendo!
Que bueno Erzengel; le has dado una orientación similar al mío. Y también en primera persona. Descubrir que eres un hombre lobo, un asesino, no debe de ser muy divertido ni fácil de asimilar.
ResponderEliminarVa a estar reñida la cosa. Suerte ^.^
Menos mal que en este concurso no participo, porque entre tu marcos y Karol, me comeis viva, ajajajajaja
ResponderEliminarcariño que gran relato me gusto de la primer hasta la ultima letra, fantastico
suerte en el concurso y ya sabes que te adoro
Irene
QUE BUENOOO;D
ResponderEliminarEsta genial mi querida Erzengel:D
ME alegro participar con grandes como tu y Marcos, y todos los demás;D Al menos hemos tenido el placer de leernos, que eso esl mayor de los premios,D
kisses querida (El miro ya esá publicado en el blog también)
kissess
Sencillamente genial, como todo lo que haces, chiquilla. Un beso grande
ResponderEliminarINFECTADA-X