Capítulo 12: Tatuado el Deber

-Tienes que liberar a Narim- indica preocupada Irene a Aylen- Él puede enloquecer y darte muerte.
-Si me mata, muere también él…
-Eso no importa. No comprendes, los Demonios no son seres acostumbrados al encierro o a estar atados a nadie y Narim es un príncipe, su necesidad de libertad es mayor. Puede dejar a un lado su propia necesidad de vivir con tal de cobrarse lo que le has hecho.
Irene mira de reojo al Demonio, que habla nervioso con Uriel. Ian, junto a ellos, observa a Aylen con temor en su mirada.
Macu está a punto de dar su opinión cuando Ian se acerca a ellas y murmura:
-Si Aylen libera a Narim y no le da muerte, el hechizo que conjuró le irá en contra y terminará muerta de todas maneras. Los Cazadores recurren a la instancia de apresar a los Demonios siempre que saben que al llegar a destino los eliminarán…
-Bien, entonces. Aylen libera y extermina al Demonio y listo, asunto resuelto- Irene no parece muy convencida de sus palabras.
-No voy a matar a Narim, puede guiarme donde Sharem. Quiero matar a Sharem, por sobre todo, ante todo...- Aylen es obstinada, algo heredado de familia y no importa qué digan Macu o Irene, no cederá.
-Se quiénes pueden ayudarnos- dice Macu, suspirando- Creo que sólo ellas pueden darnos un consejo adecuado en esta situación…
Irene desvía la mirada hacia su amiga, esperanzada.
-Debemos salir de viaje, ahora mismo. 

Uriel voltea a mirar Macu al escuchar las últimas palabras de la Cazadora.
-No puedes venir con nosotras…- indica ella, como respondiendo a una pregunta que el Demonio aún no ha mencionado- Sólo puede acompañarme Irene. Ian y tú nos harán un gran favor si se quedan aquí, con Aylen y Narim…
Ian asiente, sonriendo levemente. 
Uriel observa a Narim y se encoge de hombros. Algo ha visto en los pensamientos del Príncipe Demonio. Algo que le garantiza que, más allá de todo, Aylen no corre gran peligro. No aún, al menos.

Sin muchas palabras de por medio, las Cazadoras se despiden de Aylen y sin mirar atrás generan un portal y se transportan a un lugar muy lejano… donde el calor es casi abrazador y la tarde ya cae y da paso a la noche.

-¿Estás segura de que es aquí?- cuestiona Irene, al ver salir de una gran y lujosa casa a dos muchachos de figura marcada y andar masculino.
-Ajá- murmura Macu, mientras da un paso hacia adelante y saluda a esos hombres que caminan hacia ellas.
-Disculpen, chicos, estamos buscando a Adela y Mariola. Son nuestras amigas y ya que pasamos cerca, pensamos en saludarlas…- explica la Cazadora entre sonrisas.
Ambos muchachos sonríen al escuchar los nombres y están a punto de regresar sobre sus pasos cuando la puerta de la casa se abre y dos gritos agudos de sorpresa se escuchan muy fuerte.
Acto seguido, dos mujeres jóvenes comienzan a saltar y aplaudir alegres ante la presencia de Macu e Irene.

Las gemelas Adela y Mariola son reconocidas entre los Cazadores por sus logros y alcances. Ambas son increíblemente hermosas, sus cuerpos curvilíneos son perfectos… entre sí son idénticas, salvo por el color de sus cabellos. Adela posee una cabellera color azul oscuro, casi negro. Mariola, por su lado, tiene una larga melena de color negro con brillos verdes.

Tal y como Macu e Irene han sido compañeras de caza, Ade y Mariola han luchado codo a codo.
Irene observa a las chicas y se sorprende, al punto que, en vez de saludarlas, la primer frase que dice al llegar a su lado es:
-Ya no tienen tatuajes en su piel…
Ade siente y explica:
-Ya cumplimos con nuestro deber. Los tatuajes se borraron hace unos días y ahora podemos vivir una vida normal, aunque extrañamos salir a cazar Demonios…
Irene sonríe levemente. Ni Macu ni ella vivirán al cumplir su sentencia. Ellas lo hacen llevando una condena y ni bien alcancen el objetivo, morirán.
Ade y Mariola eran Cazadoras netas, como lo es Aylen. Sus vidas se suspendieron hasta lograr cubrir sus cuerpos de tatuajes, entonces sus trabajos fueron considerados cumplidos y ahora pueden vivir como si nada hubiera sucedido. 
Una diferencia más afecta a Irene y Macu… los Cazadores puros pueden morir en una pelea, como le sucedió a Joaquín. Ellas no morirán, no hasta cumplir la sentencia.

-¡Pero vamos! Primero me abrazan bien fuerte, luego entran a casa y por último se cambian ropas que aquí es verano y no queda bien vestir así…- indica Mariola entre risas.
Irene regresa de sus pensamientos. Al parecer, Macu también paseaba por ideas semejantes.
Ambas mujeres abrazan a las gemelas entre risas y grititos de emoción.
Es bueno encontrarse con viejos amigos, con esas personas fieles en quienes pueden confiar sin importar nada.





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