Capítulo 31: Tatuado el Deber

-¿Y bien? -pregunta Mariola mirando fijamente a Jonathan.

El Cazador no ha dejado de observar a esa mujer bella que espera impaciente a que él hable desde el preciso momento en que quedaron a solas en la habitación que le asignaron.

-Te ves hermosa cuando te enfadas -indica suspirando.

-Responde, por favor -urge Mariola- Dime por qué nadie sabe de ustedes, explícame cómo es que DK se hizo cargo de entrenarlos y no el Círculo de Ángeles.

-Me gustaría verte intentando obligarme a confesar -murmura el muchacho, como si acaso no atendiera a los reclamos de la Cazadora y sin esperar a que ella le replique cualquier respuesta, la acorrala contra la pared.

Mariola respira profundo, procurando no olvidar que su intención es conseguir algo de luz en esta cuestión que parece tan oscura.

-Jonathan, aléjate o te dolerá… -avisa conteniendo la respiración. Hay algo en la piel del Cazador, un aroma extraño, como si él mismo despidiera un perfume natural… una delicia para el olfato de Mariola que poco a poco deja de lado sus obligaciones pensando en cómo se sentiría al verse envuelta en aquellos brazos fornidos y cálidos.

-No tengo miedo -responde él, anulando la mínima distancia que había dejado previamente entre ambos- Vamos, ataca si quieres.

La pared se estremece entonces y la Cazadora aprovecha el momento para tomar aire y dar el golpe. Un puñetazo en medio del pecho, un ataque que transporta a Jonathan a la otra punta de la habitación destrozando a su paso una mesa y varias sillas.

Ante los ruidos generados, Ade irrumpe en el cuarto seguida de Sebastián.

Mariola se encoge de hombros y su hermana sonríe.

-Ya veo que se comportan de manera semejante- aventura Ade mientras Sebastián ayuda a su hermano a ponerse de pie.

Los gemelos se observan en silencio. Jonathan tiene una herida en la mejilla y varios cortes en la espalda, poco tarda en comprobar que su hermano sufrió igual suerte.

-¿Qué haremos? -cuestiona Mariola.

-Podrían pensar que tal vez no tenemos las respuestas que buscan- Sebastián habla con tono serio- El Imparcial nunca quiso decirnos mucho, por precaución ante los del Círculo.

Ade frunce el ceño.

-Entonces algo extraño tienen. No es posible que él los ocultara sin motivo alguno.

-Eso ya lo sabemos -afirma Jonathan- Nunca supimos quiénes fueron nuestros padres, sólo que murieron el mismo día de nuestro nacimiento. Nunca tuvimos contacto con nadie de nuestra familia ni con el mundo humano hasta hace unos días, cuando emprendimos viaje siguiendo las instrucciones de DK.

-Él siempre dijo que era por nuestra seguridad -Sebastián suspira, resignado-. Hemos pasado años completos reclamando explicaciones y nunca nos dijo nada. Pero al enviarnos en ayuda de su grupo, DK indicó que al fin podríamos saber la verdad y fue eso lo que nos impulsó a venir hasta aquí.

Las Cazadoras se miran sin decir nada.

Macu y Karol llevan varios minutos haciendo guardia fuera de la iglesia.

Narim y Uriel han dejado de rezar sus letanías, lo cual pone en tensión a las mujeres que esperan saber cuáles serán sus próximos pasos.

Ambas se acercan cuando ven que la puerta del antiguo edificio se abre lentamente. Narim aparece con la mirada enrojecida y un leve rastro de sudor en la frente. Se le nota exhausto, al igual que Uriel, que lo sigue con pocos segundos de diferencia.

-Lo encontramos… -murmura el Príncipe Demonio.

-Debemos empacar todo y emprender viaje. Tenemos un largo camino por recorrer -agrega su compañero.

Karol cierra los ojos y asiente en tanto Macu hace la pregunta obvia:

-¿Dónde está? ¿Dónde debemos ir?

-Bastante lejos en verdad -indica Uriel-. Se están agrupando en la cima del Everest, en el Himalaya. Allí llevarán a cabo el ritual.

-Pero… -la Cazadora duda, volviendo la mirada a Karol que se mantiene al margen.

-Allí despertamos cuando llegamos a este mundo. En ese lugar nos descubrimos caídos y convertidos en lo que ahora somos -explica Narim suspirando.

-Bien. Entonces regresemos al hotel y organicemos todo. No hay tiempo qué perder -sentencia Karol con tono firme. Ella está decidida. Aunque se le cae el alma de sólo pensarlo, ha aceptado que Sharem debe morir.

Los demás hacen caso de sus palabras y emprenden camino hacia donde el resto del grupo está aguardando.

Mientras, en Nepal la tarde va cayendo. Una mujer de ojos oscuros y cabellera atezada con tonalidades rojizas, corre veloz sin que ningún humano detecte su paso. Sus ropas negras se confunden con las sombras que cubren el paisaje. Sus pasos no generan sonido alguno a medida que se desplaza por el lugar.

El momento ha llegado al fin. Ese instante que viene esperando desde hace más de 20 años.

Brucia no es una Cazadora más. Ella sabe que Narim no asesinó en verdad a Kalum. Ella guarda un secreto que muy pocos conocen, algo que la ha obligado a desaparecer las miradas del mundo y fingirse muerta. Ella anhela encontrarse cara a cara con sus hijos y poder darse a conocer como la madre que los gemelos creen haber perdido al nacer. Ella está sedienta de venganza y no se detendrá hasta saciarse por completo…