Una vez más llego a ese punto donde puedo
cerrar los ojos y sentir el pasado como algo palpable y todavía actual.
La nostalgia hace
de las suyas. Me sabe débil, vulnerable al extremo.
No puedo evitarlo.
Es tiempo ya.
La vida continúa, pero el pasado persiste.
Los recuerdos de nuestros seres queridos se mantienen intactos y las ausencias
se perciben y duelen de manera constante.
Me han dicho mil
veces que el tiempo lo cura todo. No creo que los dolores se aplaquen,
simplemente se aprende a coexistir con ellos y a dejarlos en un segundo plano
donde no molesten tanto.
Sin embargo, siempre que la vida me acerca
a determinados cruces de sendero, el dolor gana fuerza y se hace evidente.
Grita, ruge, se hace sentir en cada fibra de mi cuerpo.
No importa si han
pasado algunos meses o años. El dolor se mantiene dormido, aletargado esperando
el momento justo. He aprendido a saborearlo. A sonreír incluso en medio del
llanto.
Tanta angustia sólo da muestra del valor
que tuvieron esas personas en mi vida. Tanto dolor me recuerda lo mucho que
quise y lo mucho que me quisieron.
Y no se van... ni el dolor, ni los
recuerdos, ni la esencia de aquellos ángeles que conocí y aprecié.
Todo queda.
Resaltan a fuerza las memorias de tiempos mejores, las risas, los momentos
compartidos y las amistades formadas. El dolor es reflejo de todo lo que hubo,
lo que existió en cierto momento y ya no está.
Estoy en ese punto donde miro hacia el
costado y extraño ciertas compañías. Donde compruebo que, físicamente, me hace
falta la presencia de esas amigas que la vida supo darme.
Extraño a leO, incluso cuando ella haya
ganado sus alas hace 4 años.
Extraño a Annie, aunque lleve 2 meses
paseando entre nubes.
Siempre espero ver nuevos mensajes suyos.
Siempre anhelo reencontrarme con ellas al menos por un momento.
Sólo puedo valorar lo vivido y abrazar
el recuerdo del cariño que me dieron.
Sonreiré, porque ambas esperarían algo así
de mí, y las dejaré ir. Dejaré que la angustia vuelva a dormir y el dolor se
aplaque en ese plano donde queda dominado por mi día a día.
La memoria de sus existencias y del efecto
que tuvieron en mí se mantendrá reluciente y nada podrá opacarla. Cada tanto,
me descubriré en un punto muy similar a este y me permitiré llorar, extrañar,
gritar por sus ausencias. Luego, me haré de fuerzas pensando en vivir mi vida
valorando las de ellas.
El momento se va y el punto se vuelve solo
un paso en el sendero.
Suspiro, evitando mirar atrás.
El camino se abre ante mis pasos. Como si
el dolor no existiera. Como si mis amigas estuvieran todavía conmigo. En verdad
lo están, aunque no las vea. Las presiento. Cada instante nuevo de vida es una
muestra de su compañía.
Tomo aire y sigo. Es tiempo ya.
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Nos leemos pronto!
Maravilloso.
ResponderEliminarTomo aire y sigo. Exactamente. Escribís maravillosamente y reflejás tal cual lo que nos pasa.
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