lunes, 5 de agosto de 2019

Reseña: Lo mejor de ir es volver, de Albert Espinosa




Título: Lo mejor de ir es volver
Autor: Albert Espinosa
Número de páginas: 240
Editorial: Grijalbo

Sinopsis: Albert Espinosa vuelve con una bella historia sobre los recuerdos, el perdón y el amor que transcurre el 23 de abril, el día del libro y las rosas, entre la ciudad de Barcelona y las islas de Ischia y Menorca.


Tengo tantas cosas para decir de este libro, tantas emociones que hacía tiempo no sentía al leer. En primer lugar, tengo que disculparme con Albert Espinosa. Durante años me negué a leerlo porque sus libros eran tan renombrados en las redes que me preocupaba que fuera como John Green. Odio seguir modas y Espinosa fue muy renombrado. Incluso recuerdo habérmelo cruzado en una Feria del Libro en Buenos Aires, cuando había cuadras y cuadras de chicos esperando por sus firmas. Obras como El mundo amarillo, Brújulas que buscan sonrisas perdidas y Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo, constituyeron libros de los que me escapé siempre. Fui una completa idiota y necesito pedirle disculpas al autor aunque jamás llegue a leer esta reseña.
Escribe tan lindo, tan reflexivo y emocional. Llevaba tiempo (desde que leí El Fabricante de Muñecas, de R.M. Romero, hace más de un año) que un libro no me hacía llorar. Con Lo mejor de ir es volver, el llanto comenzó poco después de la mitad del libro y siguió hasta la última página.

La historia trata de Rosana, una mujer que cumple 100 años el 23 de abril del año 2071. Vive en un mundo bastante futurista, donde los robots hacen todas las tareas que los humanos en algún momento consideraron cotidianas y las leyes han cambiado de manera muy significativa. Por eso mismo, al lograr Rosana su centenario cumpleaños, accede a un beneficio llamado “Karma artificial”, que le permite postular a tres personas que le hayan causado un verdadero daño y luego elegir a uno de esos tres para ejecutarlo.

El libro va narrado por la propia Rosana y por Troy, el robot con rostro de niño de 13 años que fue asignado para aplicar el karma artificial de Rosana. A medida que avanzan los capítulos, vamos conociendo la dolorosa vida que sobrellevó Rosana, podemos comprender su manera de pensar y sentir a partir de lo que narra y de los tres postulados a ejecución que ella presenta. Los motivos están más que fundamentados y genera tanto dolor leerla contar sus razones, que dan ganas de ser Troy por un ratito y cobrarse uno la venganza tan ansiada por Rosana.
Pero esta novela no solo va de angustias y recuerdos tristes, también trata de valorar la vida, de saber rescatar lo bueno y aprender a perdonar y perdonarse. Tiene frases preciosas, tan fuertes y profundas, que hice lo que pocas veces me atrevo: marqué el libro con varias banderitas de colores.

Es una obra breve, de poco más de 230 páginas, pero contiene tanto, carga tantas emociones que te las transmite desde la primera página. El desasosiego por el avance de la tecnología y la pérdida de contacto entre las personas, los restos de una guerra mundial que lo destrozó todo y dejó el mundo a la deriva, las reflexiones de alguien que lo vio todo en un siglo de vida y lo repiensa desde la postura de valorar lo bueno y comprender lo malo.

Me impactó, como hacía tiempo no me sucedía. Creo que es mi primera lectura preferida en lo que va del año y eso es mucho para mí. Nunca pensé que me atraparía tanto una historia que parecía tan simple y breve. Y el final… ¡Dios! Ese final fue genial. Cada capítulo tiene su punto a rescatar, pero los últimos son los más movilizantes y te hacen cuestionar muchas cosas. Ahora pienso buscar las demás obras de Espinosa y darles la oportunidad que les negué por tanto tiempo.


Una buena pérdida vive siempre dentro de ti,
y debes convivir con ella, no hay atajos.


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¡Nos leemos pronto!


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